Puros y duros bolches

12 julio, 2015 por arenaslibertad

Artículo "Puros y duros bolches" 
publicado en Resistencia nº 39 - Marzo -1998

Un joven militante del Partido nos ha dirigido una carta en la que, entre otras cosas, expresa su desacuerdo con que sigamos identificándonos con el bolchevismo. Si bolchevismo y comunismo, viene a decir nuestro remitente, designan una misma concepción ideológica y política, ¿por qué no empleamos solamente la denominación comunismo y evitamos así no pocas confusiones? La pregunta, como vamos a ver a continuación, no carece de interés.

La práctica bolchevique siempre ha producido desazón en los espíritus más sensibles (tolerantes podríamos decir hoy) hasta el punto de ser identificada con el terrorismo. El mismo Vladimir Ilich, más conocido por el sobrenombre de Lenin, solía decir de sí mismo y de sus camaradas: «los bolcheviques somos los jacobinos de la revolución proletaria * y algún día ajustaremos las cuentas a la burguesía a la manera plebeya», es decir, terrorista. Así pues, no tendríamos nada que objetar a ese calificativo de terroristas que suelen utilizar contra nosotros los reaccionarios capitalistas y sus lacayos de no ser porque con ello introducen algunos elementos de confusión en la conciencia de los trabajadores respecto a nuestros fines y los procedimientos verdaderamente democráticos que proponemos para conseguirlos, lo que, en resumen, se expresa en la organización y en la táctica bolchevista. No hace falta ser una lumbrera para comprender que el socialismo sólo puede ser la obra de la inmensa mayoría de la población y que para ello es indispensable aplicar métodos democráticos. Otra cuestión es que la ínfima minoría burguesa vaya a permitir ser expropiada de los medios de producción y de todas las riquezas, que ha amasado con el sudor y la sangre de los obreros, de una manera pacífica y civilizada o que vaya a consentir la organización legal de la clase obrera para la defensa consecuente de sus intereses, porque sobre este particular habría que decir: ¡tururú!… ¿qué es lo que está demostrando la experiencia de todos los días? Pero convengamos en que el término bolchevismo carece de significado preciso, ya que abarca numerosos aspectos que no son bien conocidos -como le sucede a nuestro joven camarada- e incluso que están, como aseguran los ideólogos de la burguesía, «bastante pasados de moda». En esto de las modas, ya se sabe lo que sucede: hay que cambiarlas de vez en cuando por el aburrimiento o el cansancio que producen. Sin embargo, el que no se conozca o aburra a algunas gentes -a los mismos que proponen que abandonemos esa antigualla y abracemos la novísima doctrina del liberalismo-, de este hecho no se deduce que debamos renunciar a la organización y a la táctica bolcheviques, verdaderamente comunistas. En todo caso, lo que se debe hacer es estudiarlas y asimilarlas como la «ciencia de la revolución» al objeto de poder aplicarlas.

Para resumir diremos que el bolchevismo no sólo no difiere en nada esencial respecto al comunismo de Marx y Engels, sino que está basado sólidamente sobre el Manifiesto Comunista elaborado por ambos así como en todas sus obras filosóficas, económicas y políticas… en su estrategia y su táctica. Hay, sin embargo, algunas cuestiones que conviene aclarar para una mejor comprensión de lo nuevo que aporta el bolchevismo, el leninismo, a la teoría y a la práctica del comunismo de Marx y Engels, todo lo cual viene dado por los cambios producidos en la evolución del sistema capitalista y por la experiencia acumulada de la lucha de clases.

Como se sabe, Marx y Engels vivieron en la época del desarrollo relativamente pacífico del capitalismo, la época de la libre competencia y de la lucha parlamentaria, en tanto que a Lenin y a sus camaradas les tocó vivir en la época del monopolismo, de la guerra imperialista y del inicio de la revolución proletaria y en un país, la Rusia zarista, donde se daban todas las condiciones favorables para el triunfo de la revolución. De manera que les correspondió desarrollar el marxismo y perfeccionar su táctica de lucha al mismo tiempo que creaban el instrumento político indispensable para el triunfo de la revolución: el partido de nuevo tipo que más tarde, tras el triunfo de la revolución de Octubre, habría de adoptar el nombre de Partido Comunista (Bolchevique) **. Esta es, muy brevemente expuesta, la historia del bolchevismo, continuación del comunismo de Marx y Engels, aunque no idéntico o igualito que aquél. Esta renovación se plantea como una necesidad histórica, inherente al desarrollo del sistema capitalista y a las propias necesidades y problemas que éste plantea ante el movimiento obrero revolucionario, por lo que no sólo no entra en contradicción con sus postulados y principios fundamentales, sino que supone un mayor enriquecimiento y una adaptación de los mismos a las nuevas circunstancias. No es por casualidad que los oportunistas hayan tratado siempre de oponer el bolchevismo al socialismo y el leninismo al marxismo, acusando demagógicamente a los comunistas de herejía, de anarquismo o bien de terrorismo. De esta manera tan burda intentan ocultar su paso a las filas de la burguesía y la labor de zapa que realizan destinada a confundir y dividir a los obreros para facilitar con ello su sobreexplotación y la ofensiva ultrarreaccionaria del capital.

Es por esta misma razón, y ante la desmoralización y el relajamiento que estos agentes de la burguesía provocan en nuestras propias filas, por lo que nosotros planteamos la necesidad de bolchevizar el partido, lo que no quiere decir que debamos aprender todos a hablar en ruso o en chino. Bolchevizar significa combatir, tanto fuera como, sobre todo, dentro del Partido Comunista, las tendencias oportunistas, revisionistas y anarquizantes y afirmar la línea revolucionaria y el funcionamiento disciplinado y democrático, de modo que ello nos permita desarrollar nuestro trabajo entre las masas desde esas posiciones. Casi no hace falta decir que para eso es indispensable practicar de manera consecuente la lucha ideológica, la crítica y la autocrítica en el seno del Partido y llevar a cabo, además, cuando la situación lo requiere, campañas de rearme ideológico y político o de rectificación de los errores que hayamos podido cometer, tal como lo estamos haciendo últimamente. Esto es lo que entendemos por bolchevizar el partido: impedir que nuestra organización se fosilice, se convierta en un grupo revisionista o de buenos compadres, y mantenerla firmemente asentada en los principios, en la línea y el funcionamiento marxista-leninista, verdaderamente revolucionarios. Y así debemos proceder siempre, como puros y duros bolches, aunque, como es natural, a la burguesía y a sus secuaces no les guste e intenten ridiculizarnos.

* El club de los jacobinos fue el partido más consecuentemente democrático y revolucionario de la burguesía durante la gran revolución francesa de 1789 y empleó el terror (la guillotina) contra la aristocracia.

** Ya en 1903, los marxistas revolucionarios rusos habían logrado la mayoría en el II Congreso del Partido Socialdemócrata de Rusia (de ahí la denominación de bolcheviques o «mayoritarios») en la lucha contra los oportunistas y reformistas (la fracción menchevique o «minoritarios» del mismo partido).

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